Lula fue condenado en primera instancia a nueve años y seis meses de cárcel en julio de 2017, una vez que el juez Sergio Moro, hoy ministro de Justicia en el Gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, dio por comprobado que recibió un apartamento de parte de la constructora OAS a cambio de favorecer a esa empresa.
En enero de 2018, un tribunal de segunda instancia ratificó esa sentencia y la amplió hasta los doce años y un mes. Sin embargo, el STJ, la rebajó a ocho años y diez meses en abril pasado.
El mes pasado, la defensa del expresidente (2003-2010) pidió al STJ -tercera instancia y segunda corte en jerarquía del país- que se le conceda el régimen abierto tras esta última reducción de pena.
Si la demanda fuera aceptada, Lula podría cumplir el resto de su condena en un estado de libertad vigilada, que le permitiría salir durante el día y permanecer solamente las noches y fines de semana en un establecimiento carcelario o incluso en su domicilio.
No obstante, Lula, que acumula un total de ocho procesos penales, recibió en febrero pasado una segunda condena de 12 años y 11 meses por corrupción dictada en primera instancia y pendiente de revisión en cortes superiores.
De confirmarse esa segunda pena en un tribunal de segunda instancia, el exgobernante quien está encarcelado desde abril de 2018 en Curitiba, capital del sureño estado de Paraná, tendría que permanecer o volver a prisión, en caso, este último, de que fuera excarcelado al pasar a un eventual régimen semiabierto.
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