En el mes de septiembre de 1994, el poeta y escritor José Enrique García me visitó en horas de la tarde en mi residencia de Arroyo Hondo, para manifestarme que al maestro Manuel Rueda, una persona cercana al presidente Balaguer, intentaban desalojarlo de su vivienda.
Se trataba de un apartamento que pertenecía al Estado, ubicado en la Pasteur. Rueda llevaba viviendo en él más de treinta años y el personaje que tenía poderosa influencia en Balaguer, debido a que lo tenía informado del día a día, había arreglado en Bienes Naciones el posible desalojo del consagrado escritor, poeta, pianista, dramaturgo y crítico literario.
Le prometí al poeta García que le hablaría a Balaguer del caso. En horas de la noche, llamé al general Pérez Bello y le solicité una cita con el mandatario. Al día siguiente, el decoroso alto oficial me llamó para informarle que el jefe de Estado me recibiría al día siguiente a eso de las dos de la tarde. Concurrí a la cita y le expliqué al mandatario la gravedad del asunto. El presidente Balaguer no solo se indignó al escucharme por tratarse de un intelectual al que él le profesaba admiración y respeto, sino que también se sorprendió de que el Estado tuviera un inmueble de dos plantas en un lugar tan privilegiado como Gazcue y que él no estuviera al tanto.
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