SAN PEDRO DE MACORIS, R.D.-El próximo arzobispo de Santo Domingo, monseñor Francisco Ozoria, no da muestra de que esté muy centrado en los preparativos para asumir sus nuevas responsabilidades.
Actúa con cautela, incluso para reunirse con agentes pastorales con los que le tocará trabajar a partir del 10 de septiembre, fecha en la que definitivamente asumirá la dirección de la cinco veces centenaria Arquidiócesis de Santo Domingo.
En sus conversaciones muestra un trato afable y cercano. Suele llamar a las personas por su nombre, las mira a la cara y deja salir una tímida sonrisa.
Sabe que las nuevas responsabilidades puestas sobre sus hombros conllevará cambios, porque tendrá que lidiar con mucha burocracia, atender asuntos de sectores que, por ser la capital de la República, tienen incidencia que las parroquias de pueblos o en la diócesis no tienen tanta.
Además, deberá trabajar con un clero mucho más numeroso, pues en San Pedro de Macorís hay 27 sacerdotes, casi todos ordenados por él, y aquí hay casi 300, con la mayoría de los cuales apenas ha tenido un trato superficial.
Sin embargo, dice que su gran reto al frente de la Arquidiócesis de Santo Domingo es seguir siendo el mismo Francisco Ozoria de siempre.
Entiende que la Iglesia y el Estado deben tener una relación armoniosa en búsqueda del bien del pueblo de Dios, cada uno desde los roles que le corresponde jugar.
Habla en tono pausado y llano, con un dejo de maestro rural al que le preocupa más que su interlocutor comprenda lo que le quiere comunicar que utilizar palabras rebuscadas.
Explica con ejemplos y pasajes bíblicos los conceptos que quiere desarrollar, como cuando habla de su fascinación por el Concilio Vaticano II y el concepto de la “eclesiología en comunión”.
Explica que aunque ese concepto fue una novedad del Concilio, no es nuevo, porque la Iglesia se fundó sobre el principio de la vida en comunidad.
Se considera un privilegiado de Dios por haber sido sacerdote y por tanto “está hipotecado a la Iglesia”. Así lo define para explicar cómo ha asumido los roles que la Iglesia le ha encomendado, incluyendo el de presidente de la Comisión Nacional de Pastoral de la Movilidad Humana (migración).
Desde esa misión y por ser obispo de una diócesis donde la migración tiene un gran peso, asumió con fervor el trabajar a favor de los inmigrantes haitianos que, a su entender, padecen grandes precariedades.
Monseñor Ozoria no sube la voz, se mantiene calmado, pero enfatiza que no le quita el sueño que por eso lo llamen “pro haitiano”.
El nuevo arzobispo de Santo Domingo aborda todos los temas que se le plantean en la entrevista sin estridencia, aunque en ocasiones da muestra de dolor, como cuando se refiere a las razones por las que debió separar al padre Christopher Hartley, de quien dijo demostró que no hacía un trabajo de Iglesia, sino a título personal.
También busca las palabras adecuadas para criticar la denominada “ideología de géneros”, la que considera que no contribuye a construir una sociedad en armonía y agrega que la dignidad de la persona se basa en la igualdad en derechos y la diferencia entre hombre y mujer.
- ¿Qué significa para monseñor Francisco Ozoria ser sacerdote y ser obispo?
Realmente lo primero es que tengo una base familiar, familia de fe, y allí estuvo la llamada al sacerdocio.
Ser sacerdote para mí es un privilegio de Dios, porque se fijó en mí. El ideal que me tracé como sacerdote está expresado en mi escudo episcopal, simbolizado en un cirio encendido, con dos letras, arriba la M, de muerte, y abajo la V, de vida, porque considero el sacerdocio como un sacrificio, un morir poco a poco, como el cirio que va deshaciéndose para poder dar luz.
Eso fue lo que hizo Jesucristo, murió para poder dar vida con su resurrección.
- ¿Mantendrá en su escudo episcopal el lema de Dios Proveerá?
Sí, se mantendrá. Habiendo terminado el octavo curso me entrevistó monseñor (Juan Antonio) Flores para preguntarme si quería ser sacerdote.
Le expuse las dificultades económicas de mi familia y me dijo que no me preocupara porque Dios proveerá. En toda la trayectoria de mi formación fui comprobando que efectivamente Dios provee.
- ¿Cómo asumió la sociedad petromacorisana a un obispo proveniente de la región del Cibao y cómo monseñor Ozoria logró compenetrarse?
Esa sociedad petromacorisana ya no es tan petromacorisana, porque ha habido mucha gente que viene de otros pueblos y muchos de los petromacorisanos están en Santo Domingo.
Pero he sentido una gran acogida de la gente oriunda de allí, de los inmigrantes y de todos.
He tratado de hacerme uno con ellos y tener esa cercanía. Tomamos la opción fundamental de formar sacerdotes porque solo teníamos tres y en 19 años ya tenemos 27 oriundos de la diócesis y 31 diáconos permanentes, cuando antes solo había uno.
- ¿Cómo ha sido el trabajo pastoral con los obreros de zonas francas y los trabajadores de la caña, dos grupos importantes en San Pedro?
Esos grupos, lamentablemente, han disminuido. Primero las zonas francas, que cuando llegué allá había 35 mil obreros y ahora hay menos de 10 mil.
Eso significa mucho desempleo, porque esa gente sigue viviendo allí. El trabajo pastoral en las zonas francas ha sido difícil, porque nuestros agentes pastorales no pueden penetrar a las empresas; entonces usamos la estrategia de trabajar con ellos afuera, porque se tiene el temor de que les formemos sindicatos.
El trabajo de la caña también sufrió una disminución grande, porque había seis ingenios y ahora hay dos, de los cuales uno está a media.
La privatización de los ingenios afectó mucho. Con estos trabajamos mucho el aspecto social, en especial la salud.
- En ese contexto se destaca el padre Christopher Hartley, a quien usted inicialmente dio un gran respaldo, pero después termina expulsándolo de la diócesis. ¿Qué fue lo que ocurrió en ese caso?
En una primera fase lo apoyamos porque hacía un trabajo de Iglesia, de asistencia y defensa a los pobres, y todo eso iba muy bien, pero al final (su último año) tuve que pedirle que saliera de la diócesis, pero no por el bien que estaba haciendo a los pobres, sino por un error que cometió y que se trató de una desobediencia abusiva de parte de él, que era muy impulsivo, muy prepotente y en una se le fue la mano, por lo que debí pedirle que dejara la diócesis.
- ¿Qué sintió al comprobar que Hartley empezó a boicotear las obras de bien social que él mismo había iniciado?
Fue muy desagradable, porque se dejó ver que lo que él estaba haciendo era a título personal, no un trabajo de Iglesia.
Si él recibía ayuda para un comedor de niño, eso podía, pero esas ayudas se cortaron y se debió suspender el servicio.
Los padres paúles estuvieron durante seis años después de él, pero quedó demostrado que él no hacía un trabajo de Iglesia.
- ¿Qué opinas de quienes lo objetan por su trabajo con los inmigrantes haitianos y que le llaman “prohaitianos”?
Ese calificativo no me quita el sueño. Yo era el presidente de la Comisión Nacional de la Pastoral de Movilidad Humana (de migración) y actuaba en nombre de la Conferencia del Episcopado Dominicano. Sencillamente hacía el trabajo que tenía que hacer y ser voz de los que no tenían voz.
No es un secreto que los inmigrantes haitianos son una población muy desprotegida. Entonces, el trabajo que hacíamos en la defensa de sus derechos no me avergüenza. Si por eso me califican de “prohaitiano”, entonces me hacen un bien.
- ¿Estima que la Ley 169-14 y el Plan Nacional de Regularización ayudaron a mejorar la situación de los inmigrantes haitianos en el país?
Hubo una salida salomónica, como para arreglar por la presión extranjera. Quizás pudo ser mejor, pero se hizo algo, con lo que la imagen del país en el extranjero quedó un poco purificada, limpiada. Pero todavía aquí hay que trabajar más para regularizar la situación de tantos inmigrantes haitianos y de tantos hijos de haitianos que han nacido aquí.
Digo que los dominicanos somos incoherentes, porque cuando se van a Estados Unidos hacen lo que sea para obtener una residencia y muchas madres paren a sus hijos allá para tener los beneficios de ser norteamericanos, pero no quieren que los haitianos que están aquí hagan eso mismo, y luego vino la sentencia del Tribunal Constitucional que los perjudicó.
¿Qué ajustes ha tenido que ir haciendo Ozoria para el cambio a la Arquidiócesis de Santo Domingo?
Ese es un cambio que todavía no se hace. Aún estamos con la tensión y la preocupación de este nuevo destino.
El gran desafío que yo tengo en la Arquidiócesis de Santo Domingo y en el Arzobispado es seguir siendo yo mismo. Hay toda una situación que cambia, grandes desafíos y retos y una gran burocracia, pero el gran desafío es seguir siendo yo mismo.
- ¿Qué pensó cuando le dijeron que el Papa estaba contemplando nombrarlo arzobispo de Santo Domingo?
No me lo dijeron así, me dijeron que ‘el Papa ha pensado en nombrarte’.
El Nuncio me llamó que quería hablar conmigo ese sábado, pero yo no podía porque ya tenía compromisos y quedamos que nos veríamos el domingo después de las misas de la mañana. Me comunica esa noticia y le dije que soy de la Iglesia y estoy hipotecado para la Iglesia.
- ¿Cómo será su relación con los sacerdotes sabiendo que aquí hay casi 300 y en San Pedro de Macorís 27?
Es un elemento más.
A casi todos los sacerdotes de San Pedro los he ordenado yo, mientras que aquí conoceré a algunos, pero la gran mayoría no nos conocemos.
Sin embargo, siento que han aceptado y recibido con muy buena disponibilidad y alegría esta nominación. He sentido esa receptividad y creo que podemos llegar a conocernos y trabajar juntos. Aquí hay un Plan de Pastoral muy organizado.
- ¿El Plan Nacional de Pastoral será su punto de apoyo?
Es lo que nos va a unir y lo que quiero impulsar junto con los sacerdotes para que ese plan sea nuestro instrumento de trabajo para el crecimiento de la Arquidiócesis de Santo Domingo.
- ¿Ha tenido alguna conversación con el Cardenal López Rodríguez en este proceso?
Hemos hablado dos veces, el día de la rueda de prensa, inmediatamente terminó yo fui a su casa y él me recibió muy contento de que yo sea su sucesor. Hay vínculos fuertes entre él y yo; él me ordenó sacerdote y fui durante tres años sacerdote de su diócesis de San Francisco de Macorís.
- ¿Contempla incorporar algunos de esos elementos en el escudo episcopal?
Los elementos nuevos que quiero incorporar son la Catedral Primada, por ser emblemático, por ser símbolo de la historia de la iglesia arquidiocesana, y la imagen de la Virgen de la Encarnación.
- ¿Porqué la Virgen de la Encarnación y no la de la Altagracia o la de las Mercedes?
Es la misma Virgen, con advocaciones diferentes, pero la Virgen de la Encarnación es la patrona de la Catedral Primada de América. Tiene todo un significado teológico por la encarnación del verbo, Jesucristo, que está en todas partes.
- ¿Qué mensaje quiso enviar cuando se proclamó un ferviente seguidor del Concilio Vaticano Segundo, especialmente en lo relativo a la Eclesiología en Comunión?
Es lo característico del Concilio Vaticano II. Se pasó la parte de una fe vertical, una fe personal e individualista, a una fe comunional del pueblo de Dios.
El Concilio habla de la Iglesia Pueblo de Dios y habla de la comunidad y todo eso es una novedad no tan nueva, porque eso empezó con Jesucristo y los apóstoles a los que llamó a ser unos, una comunidad y así empieza la Iglesia. Ese ha sido todo el contenido de mi ministerio de 37 años como sacerdote.
Ese fue el motivo de la especialidad que hice en Roma y mi tesis fue sobre los Consejos Parroquiales, porque la Iglesia es comunión en misión. Aquí se está haciendo todo eso con el Plan de Pastoral.
- ¿Qué rol jugará el laicado en su gestión episcopal?
Será un ente muy importante. La Iglesia tiene que abarcarlo todo. Una iglesia que centra su atención en los sacerdotes está coja. Si centra su atención en el obispo, está mal, igual que si lo centra en los religiosos.
¿Cómo entiende que debe ser la relación de la Iglesia con el Estado?
Primero que haya armonía y respeto, cada quien en su área y en lo que le compete hacer. En la historia del Pueblo de Dios el Rey tenía la doble función de antes Dios y ante los hombres, coincidía en esa representatividad, pero ahora hay una separación entre el poder civil y el poder espiritual, por eso aunque hay distintas funciones debe haber armonía entre ellas. No me caracteriza la confrontación. Prefiero el diálogo, la armonía y la búsqueda conjunta de soluciones.
¿Entonces favorece el llamado al consenso para la aprobación de la ley de partidos políticos y el código electoral?
Lo favorezco siempre que sea para buscar un consenso, en busca de la verdad, y no la verdad acomodada a los intereses de grupos.
Hay una gran confrontación por el tema de la ideología de género, ¿qué opina de ese debate?
Es un tema muy delicado, pero creo que hay toda una historia. Hemos vivido una vida de acuerdo a lo que es la dignidad de la persona.
Esa ideología de género no contribuye a la conformación de la sociedad, porque hay valores que se están dejando de lado.
La dignidad de la persona tiene en cuenta la igualdad y el respeto del hombre y de la mujer, que están diferenciados. Esta ideología no es constructiva de una sociedad en armonía.
Fuente: El Día.
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